sábado, 18 de enero de 2014

Romero y Yo

ROMERO Y YO

Honorio Cadarso Cordón
Editoral Libros.com
2013
ISBN: 978-84-616-6142-8

Honorio Cadarso, riojano de Corera (1933), ciudadano del mundo, maestro de la vida para muchos riojanos, nos ofrece un nuevo libro titulado Romero y yo acerca de nuestros orígenes rurales en La Rioja. Inspirado en la obra de Juan Ramón Jiménez Platero y yo, el autor utiliza a su mulo como protagonista de los afanes de su infancia y juventud en Corera, un animal comprado en la feria de Lodosa, con la mediación de los «Mozarras», tratantes y fiadores, para salvar a la familia de la hecatombe económica tras la muerte del anterior macho y la imposibilidad de seguir trabajando la tierra. Queda claro desde las primeras páginas que Romero no es el burrito de peluche de Juan Ramón Jiménez, sino un animal de trabajo, un semoviente que «lentamente dibujará sobre el barbecho la eterna geografía de surcos derechos como velas».

La narración es sumamente interesante al reflejar aspectos de nuestra cultura y lenguaje recientes. Honorio Cadarso es uno de los últimos narradores riojanos que junto a Antonio Cillero Ulecia (1917-2007), Miguel Alonso Chávarri (1948), y el profesor Jose María Pastor Blanco (1955), desarrollan una obra costumbrista en la que utilizan numerosos riojanismos para describir la infancia, juventud y ocupaciones del mundo rural riojano. El libro rezuma trabajo y hambre, tanto para el semoviente Romero como para la familia del autor. Describe con precisión nuestra existencia rural riojana de ayer, hace 70 años. Por extensión, es la vida de la España minifundista anclada al terruño, a la caballería de labor, al arado (aladro, en riojano), a las tareas agrícolas, a la supervivencia.

Es un libro de Ecología Humana con mayúsculas donde a través de sus veinticuatro capítulos, se muestra al ser humano (en este caso, de Corera) organizado e integrado en su medio natural, dependiente de los ciclos de la agricultura, inserto en un espacio físico muy, pero que muy reducido… «solo he visto el Ebro de pequeño dos veces», escribe Honorio, y el río tan sólo está a 7 kilómetros de Corera… En el capítulo titulado Pájaros, mincharros, ranas, Honorio describe de manera cabal el fin de la caza en aquellos años: «Romero, hemos pedido permiso a padre para que vengas conmigo al campo y puedas pastar. Es que queríamos cazar chimbos. Hemos hecho acopio de cebos, tenemos aludas… y vamos a aprovechar la tarde. Es nuestro deporte de septiembre, el de todos los muchachos del pueblo; es nuestra fuente de proteínas, Romero. Es todo un arte. Si no cazamos, no comemos carne, todo es tocino y un cacho de chorizo esmirriado». El trabajo agrícola era duro con aquellos medios, donde había que hacer la tarea todos los años igual, todos los otoños sembrar, y luego forcatear las viñas, y desacollar las cepas, y romper los rastrojos. «Cuando había tempero, la reja entraba suave en la tierra, y se deslizaba casi sin esfuerzo, pero con tiempo seco era como labrar en roca viva». Cómo sería la dificultad del trabajo que le dice al mulo: «Las viñas, Romero, son quizá lo menos desagradable de vuestras y nuestras labores. Tampoco para nosotros los humanos era demasiado duro. Quizás lo peor era la mendema ¡Pero era tan bonita, Romero! Tan bonito vendimiar con aquellos menús otoñales, de pimientos al chilindrón, frutas varias y cargadas del azúcar que les regalaba el otoño ya avanzado…».

Pero el autor ante tanta adversidad y hambre manifiesta en cada capítulo la alegría de vivir de los niños y jóvenes, de jugar, de trabajar, de adaptarse al medio físico y social que les ha tocado: «Para capear el temporal, las madres de familias numerosas, que eran casi todas, se prestan, se dejan, se dan, se pierden, se perdonan deudas, buscan panales de abejas salvajes para robarles la miel y así poder dar azucar a sus hijos. Los fumadores cambian el azúcar por tabaco. El pueblo entero es como una colmena en la que lo de cada uno es de todos, en que importa salir adelante todos unidos».

Emiliano Navas Sánchez

Editor

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