viernes, 8 de julio de 2011

AMIGO JULIAN

Me decido a escribirte para ti y para todos aquellos a quienes pueda interesar cómo fue mi relación con Julián, al que debo mucho y del que aprendí casi todo lo que vale la pena saber de esta y de todas las vidas.
  Creo que desde nuestro primer encuentro, él estrenando adolescencia y trabajo de aprendiz, y yo trabajo de consiliario de obreros en la JOC, se produjo entre los dos una química especial.
  A mí, trece años en el seminario, tres años de "profesional" de una parroquia, entre púlpitos, confesonarios, misas y demás actos profesionales que hoy parecen un tanto absurdos, a mí me hacía falta encontrarme con el mundo tal cual es, con el sentir de la calle, con el ritmo de vida y los problemas de un joven que empieza a vivir, y de todo el mundo que me rodeaba.
  Más aún, me hacía falta soltar todo el lastre de una educación inspirada en los principios más rígidos y cabrones del franquismo, en el desprecio de la clase obrera, de la civilización industrial, de los "rojos". Ten en cuenta que estábamos en el 1960.
  A él...a él le hacía falta ganarse el pan de cada día, pero algo más, algo de alcance puramente espiritual. Necesitaba desarrollar toda su capacidad y ansia de darse, de crear vínculos con el mundo obrero que le rodeaba, de despertar en los jóvenes ganas de vivir, de organizarse, de enfrentarse a un mundo que los tenía condenados a la esclavitud. Y por supuesto, mejorar su cultura general, aprender a leer, a hablar, a discutir y dialogar, a relacionarse con unos y con otros, sentirse alguien, valorado y tenido en cuenta a su alrededor.
  Porque, hijo de una familia proletaria, hermano de otros cinco hermanos, sus padres agobiados por el afán de traer a casa el pan de cada día, el padre además un poco cogido por el alcohol, Julián, como la mayoría de los jóvenes obreros de entonces, sufría terriblemente las carencias de una vida familiar inexistente, sin calor de hogar, sin pan, una vida de perro callejero.
  El tuvo un acierto, una intuición, un salero especial, supo rodearse de educadores y se dejó llevar por ellos. Primero de un atleta muy deportivo y educador, José Luis Alvarez, que lo llevó a la JOC,  luego de la misma JOC, en la cual colaboró desde el principio con absoluto entusiasmo y entrega, asumió las responsabilidades que se le encomendaron, y se dejó "modelar" por el consiliario que intenté ser para él desde que le conocí.

  Hay algo  muy especial en su personalidad, algo que difícilmente se encuentra en el común de las personas...ulián vivía en un universo donde no existe la propiedad privada, ni los conceptos tuyo y mío, donde todo es común y se toma según las necesidades de cada uno. Un universo en que el dinero no tiene ningún valor ni otorga ningun privilegio. Todo lo suyo estaba a disposición de todos, y de nosotros tomaba todo aquello que necesitaba o le apetecía y sabía que estábamos dispuestos a ofrecérselo, porque era tremendamente respetuoso. Y además infinitamente generoso, capaz de cualqueir sacrificio por los amigos, por llevar adelante las actividades que nos proponíamos.

  He conocido muy pocas personas con esa mentalidad. Dos o tres. Y tengo la impresión de que todas ellas estaban impregnadas de ese sentido comunitario que imprimió ene la clase trabajadora española el anarquismo, el cual tuvo una difusión muy amplia y profunda en la Rioja.
  Unámos a ese rasgo tan especial de Julián el otro, sus hondas raíces obreras y revolucionarias. He dicho que su familia era una familia rota, hundida en la miseria, al borde del analfabetismo, aficionados al alcohol, viviendo en unas condiciones casi inhumanas. Y sin embargo, tanto sus padres como sus tíos conservaban intacta toda la ideología de los perdedores de la guerra civil, de los fusilados de La Barranca de Lardero.
  Derrotados, pero con todos los ideales a punto. Despojados de todo, pero con un sentido muy fino de la estrategia a seguir en aquellos tiempos de represión y silencio. Julián tenía un trato especial con un tío que vivía como un clochard, aocoholizado, trabajando a rachas en el andamio, pero tremendamente clarividente y cultivado.
 
  Para mí, en el seminario desde los 10 hasta los 23 años, tres años de cura en una iglesia, con mis sermones, mi confesonario, mis rezos, mis misas, Julián significaba el punto de encuentro y la conexión con el mundo obrero, con los jóvenes obreros a los que había sido enviado. Suponía además la liberación y la puesta en entredicho de toda la mentalidad fascista y franquista en la que había sido educado, a más de un primer encuentro con el mundo de la industria, tan diferente del mundo rural del que yo procedía.
 
  Julián tuvo el acierto de rodearse de educadores y dejarse guiar dócilmente por ellos. Primero fue un entrenador deportivo, corredor de fondo, que además de introducirlo en el deporte le llevó a la JOC. Luego conectó con los curas que se le acercaron, aunque con un criterio selectivo; no se confiaba a cualquiera, sabía marcar las distancias y las aproximaciones. Leía mucho, devoró con hambre toda la literatura que la JOC proporcionaba en aquel entonces: Pescadores de hombres, de Maxence Van dder Meersch, obras de Cardijn, el fundador de la JOC, etc. etc.
  Llegó a la JOC con apenas 15 años. Trabajaba en un taller de máquina herramienta, y pasaba por delante de mi residencia todas las mañanas camino del trabajo. Nos veíamos, con los fervores de aquellos años procurábamos mantenernos en gracia de Dios todos los días.
  Hacía proselitismo, a su llegada los grupos de aprendices se multiplicaron como setas ene la JOC; se manejaba con ellos a base de excursiones y acampadas los fines de semana. Y para temas de intendencia contaba con la moto del consiliario, mi moto y yo de motorista. Cientos de veces me tocó llevarlo y traerlo a los lugares de acampada, hacerles las compras para la comida. Así como acudir en moto él y yo hasta doscientos kilómetros de distancia a reuniones regionales o nacionales. Y a la chita callando los empujaba a acciones de enfrentamiento y compromiso en el trabajo, con la familia, en la calle.
  Nos tocó acudir al Consejo Nacional de la JOC en Valencia, por Santiago, 25 de julio. No teníamos dinero, teníamos que acudir cuatro con una sola moto. Nos turnamos; dos empezaron el viaje en autostop, Julián y yo en moto; con ella llegamos a Vinaroz, se nos cayó entera la piel; dormimos en un sitio de mala mujerte, y al día siguiente estábamos en Valencia. Y a la vuelta, los otros dos cogieron la moto y a nosotros nos tocó hacer dedo.
   Muy pronto le tocó asumir tareas de dirección, acudir a reuniones de alcance regional o nacional. Aprendió a hablar, sus lecturas le proporcionaban un vocabulario y una facilidad de expresarse superior a los demás.
  Y finalmente le tocó asumir la presidencia de la JOC a nivel de toda la Rioja. Pero por poco tiempo, porque no sabemos qué denuncias o infundios llegaron hasta la Comisión Nacional de la JOC y desde Madrid nos amenazaron con represalias si no lo retirábamos de presidente de la JOC riojana.
  El no se inmutó. Es decir, seguro que le afectó el bofetón, pero siguió adelante con su trabajo.
  De repente, un buen día, en vísperas de las ferias y fiestas de San Mateo de la capital de la Rioja, Logroño, su trabajo dió un resultado sorprendente. El gobernador civil prohibió la participación de menores de 18 años en los "chamizos", locales que las cuadrillas alquilaban para pasar las fiestas a su bola.
  La prohibición se publicó por la mañana en periódicos y radio. A la noche, en el Espolón, la plaza a la que se asoma el Gobierno Civil, más de quinientos jóvenes hicieron una sentada de protesta. Era el resultado de un nuevo sentido y conciencia de la juventud, de la juventud trabajadora de Logroño, era el final de un trabajo silencioso de Julián. Quizá la gente de Logroño, los historiadores, no han percibido todavía esa impronto que dejó Julián en aquel mundo.
 
  La JOC, por otra parte, tuvo en los años 60 el acierto de abrir a la juventud española a Europa y al mundo. Hacia 1966 se celebró un Rallye europeo, una concentración de jóvenes obreros de toda Europa en Estrasburgo. Hicimos un esfuerzo sobrehumano para financiar el viaje de una media docena de riojanos a aquella cita.
  Por mi parte, yo tuve también la corazonada de que aquellos jóvenes necesitaban abrirse a Europa, emigrar. Primero porque la situación económica y laboral no era nada boyante, segundo porque aquellos jóvenes tenían derecho a conocer mundo, a dialogar con todo el mundo, a abrirse. Tenían necesidad de entrar en contacto con los que habían huído de la guerra civil, con el partido comunista y el PSOE que estaban organizados en Francia y en Europa, de conectar con las luchas antifranquistas que estaban en marcha allí fuera.
  Antes que Julián se fue un trabajador de una fábrica de caramelos de café con leche, a París, más tarde otro a Suiza, y finalmente Julián se encaminó hacia París. Julián y el de la fábrica de caramelos entraron inmediatamente en relación con el PCE. El caramelero con más intensidad. Julián con ciertas reticencias...
  Y aquí me toca afrontar esas reticencias mutuas de Julián con las organizaciones "establecidas" y "disciplinadas". Yo diría que mu pronto se producen entre Julián y esas organizaciones desencuentros y enfrentamientos que tocan directísimamente a la libertad innegociable de la persona ante la estructura,  de que se respete ese margen de autonomía personal y de libertad en la acción sin el cual uno se asfixia.
  Parece como si a Julián le hubiese tocado siempre hacer la guerra por su cuenta, renunciar a cosechar los éxitos y a apuntarse las batallas ganadas, arrimar el hombro al trabajo y quedarse a dos velas a la hora de la cosecha. Y como si Julián hubiese aceptado ese rol tan puro, tan humano, tan heroico, de dar sin recibir, de dar y darse gratis, por nada.
  Así murió. Sin seguridad social, siempre aborreció cualqueir fórmula de previsión y de ahorro para el futuro, murió como un perro sarnoso recogido en la calle.
 
  El caso es que su viaje a París tuvo su continuación. Si no pudo contar con ayuda familiar a la hora de marcharse a Francia, faltó tiempo para que sus padres y dos hermanos y una tía  siguiesen sus pasos, y por supuesto le tocó a él prepararles la llegada y ayudarles a dar los primeros pasos por París. La familia Rezola se hizo emigrante y francesa, y comenzó a vivir con cierta holgura.
   
  Y finalmente volvió, todos los militantes obreros de la época debían volver más tarde o más temprano a continuar la lucha en España. Y en España continuó su trabajo de educador de jóvenes con nuevas herramientas, con una preparación profesional como educador, y un programa y unas consignas políticas como guía.
  Por aquellas fechas, finales de la década de los 60, el PCE contaba ya con una estructura mínima en la Rioja, y mantenía relaciones con la Acción Católica Obrera. Se había planificado la celebración del Primero de Mayo de acuerdo entre cristianos y comunistas. Solo se celebraría una misa v espertina de San José Obrero, y no habría nada hacia el exterior.
  Pero algo no cuadraba, Julián y sus jóvenes habían planificado una acción sorpresa para la noche del 30 de abril. Y necesitaban mi coche, yo para entonces contaba con un 2CV prestado por un cura amigo. Proyectaban hacer una pintada por los barrios obreros de Logroño, y para ello acamparían a 6 kilómetros de la ciudad, en una chopera del Iregua, bajarían en "nuestro" coche hacia las 3 de la noche, yo los llevaría por grupos a los distintos barrios, harían la pintada y hacia las cuatro volvería a recogerlos a otro lugar.
  A mí me tocó decidir si debía aceptar la disciplina de Julián Rezola y los jóvenes, o el acuerdo dee las direcciones de cristianos y comunistas. Y opté por los jóvenes, la acción se llevó a cabo, hubo alguna escaramuza como final de fiesta, nos fuimos el 1 de mayo a tomar el vermut a la bodega de mi pueblo, y todos felices.
  Los días siguientes detuvieron a alguno de los autores del desaguisado. La policía pudo enterarse y cerciorarse de quiénes habíamos sido los autores, pero no pudieron demostrar nada. O no quisieron...
  Pero quedó bien clara esa constante en la línea de actuación de Julián, su dificultad para encajar en los planes preestablecidos, en las decisiones que quizá se toman sin la correspondiente consulta de las opiniones de todos, sin el juego democrático mínimamente aceptable. Sigo con mi historia. Me estoy gustando...Me encanta hablar de Julián.
  
  Más tarde yo mismo seguí el camino que abriera Julián hasta París, y allí encontré una cálida acogida de su familia: sus padres, su tía...
  El siguió en Logroño, desarrollando su labor con los jóvenes, más o menos rechazado por el PCE, para no perder la costumbre, y más tarde rechazada también por los mismos que al principio colaboraron con él como educadores de calle.
  Volví a Logroño, ya casado y con hijos, en el 75, colaboré en el lanzamiento del PCE, las primeras elecciones democráticas, el Referendum de la Constitución...
  Pero para entonces Julián ya estaba en Pamplona, embarcado en la nueva aventura de la UGT. El contacto se había roto. Pero seguía haciendo algo que nos mantenía unidos, el recuerdo, la añoranza de un estilo de acción y una filosofía un tanto ácrata, infantil e ingenua, limpia, sin trampa ni cartón.
  Tampoco sé por qué dejó Pamplona y se fue a Barcelona, aunque me imagino que siempre ocurría lo mismo, ese afán irrenunciable de libertad, de espontaneidad, esa filosofía en los antípodas de la propiedad privada y el individualismo, toda esa forma de ser  irrenunciable e inimitable de Julián Rezola.
  Y nos buscamos el uno al otro, yo fui varias veces a verlo a su palomar de Canaletas, a aquel  ático desde donde se pueden oler los pies de Cristóbal Colón.
   El muy pillín! Yo creo que se daba cuenta de que se me iban los jos detrás de las "gachís" que tentaban a los viandantes desde todas las esquinas y todas las fachadas, y me dejaba caer: Podíamos decirle algo a esa...
  Me llevaba a cenar con una comunidad de frailes amigos. A comer con sus colegas de aventuras de Barcelona.
  Y luego nos escribíamos, cartas con la mejor literatura de que éramos capaces, cartas de pura simpatía, de contarnos nuestras vidas insignificantes, de comunicarnos nuestras inquietudes de índole política, sindical, social...
  El quiso despedirse de mí en Logroño, el verano en que la muerte se le anunciaba para muy pronto.
  

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